domingo, 15 de septiembre de 2013

4.6 Tiempo.

Cuando alguien me pasa una foto de un monumento en ruinas no puedo evitar pensar en las similitudes que hay con los humanos. Los humanos acabamos destruyéndonos por el paso del tiempo y por el resto de humanos. No importa la edad física que tengas, los acontecimientos en el tiempo son los que te van a hacer más joven o más viejo.
Siempre supe en el fondo que yo no viviría demasiados años físicos, y sé que es cierto, porque a mi tan temprana edad ya viví mucho por dentro.
Intenté de todo. Todos los hilos y grapas conocidos y por conocer utilicé para coser mi herida, y lo único que consigo es romper el remiendo que había por debajo. Siempre estoy rota, siempre en otro lugar y a otra hora que los demás. Soy una persona. Especial, con mi forma de ver la vida y la muerte, mi forma de demostrar lo que siento, mi forma de sobrevivir a la rutina. No me siento especial ni mucho menos, solamente siento que nadie puede mirar a través de mis ojos para entender qué pasa por mi mente. Siempre temerosa, siempre apartada, siempre prudente con todo y todos, aunque cuando estoy en el subsuelo me agarro a la primera mano que pasa. Una persona con una mente rota y tan sensible como la mía no puede soportar la carga que llevo. A veces me levanto con dolor de espalda y pienso que es por toda la basura que mi vida va amontonando y por los golpes que recibo de mi misma. A veces me paro a mirar la luna y me siento bien, siento que ella me entiende, me mira y me acaricia con esa blanca y pulcra mirada, me hace sentir especial. Me hace sentir un poco más cerca de ese seno materno que tanto anhelo, pero luego bajo la mirada y me veo tan lejos de ella... que tengo miedo. Tengo miedo de que no pueda abrazarme nunca y de no sentirme parte de alguien al estar entre sus brazos. Yo misma creo los problemas que tengo, creo las soluciones y creo las situaciones que las destruyen. Yo misma soy mi problema. Y me temo que la solución es esperar a que el tiempo se porte bien conmigo y me lleve a esa luna creciente en la que podré acurrucarme y sentirme querida y necesitada alguna vez.


Yo ya no sé si el cambio es lo que necesito o lo que más debo temer. Quise cambiar, y cambié mi rutina. Pero ahora tengo miedo. No me resulta demasiado fácil confiarle mi vida a los demás, pero cada vez que lo hago, acaban llevándosela lejos. Estoy cansada de dejar latir el músculo cardíaco sin razón alguna.

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