domingo, 24 de noviembre de 2013

4, 16, 2, 9.

Llegas a mi como si nada, me congelas el aliento y con la mirada lo apedreas, al igual que haces con mi interior. Me astillas el alma, desintegras los huesos que sostienen mi moral y aún así, sigo permitiendo que te metas entre mis sábanas cuando te apetezca. No sé si por el miedo a que intentes romperme más todavía o si por el placer que me produce tu ardiente mirada sobre mi piel pálida y quebradiza. Tiemblo cuando tus manos se pegan a mis caderas y van subiendo por mi cuerpo hasta mi pecho desnudo, haciendo que tu temperatura domine a la mía, sea como sea, mostrándome la clase de monstruo que eres cuando tengo los ojos cerrados, dejando que tu mente mande sobre mi cuerpo, y mis pensamientos se sometan a tu mirada. Sigo teniéndote miedo, pero no soy quién para escapar de ti, no soy quien de desintoxicarme del terror que me produce la sola idea de verme bajo tu mando para siempre.
Llegas y haces volar mi imaginación. Te conviertes en mi compañero de delirios y compartes conmigo tus pérfidas ansias de arrebatar la vida que no has dado, me confiesas tus más profundos dolores y me entregas tu pánico, arrojándolo sobre mi como si así fueses a librarte de él, como si jugásemos y yo pasara a ligarla. Me conviertes en un solo día en tu compañera carnal, me agarras como si no quisieses dejarme ir jamás. Y cuando cometo el grave error de desprenderme físicamente de ti, te encadenas a mi mente, y como si de voodoo se tratase, me obligas a sufrir tus penas y a sentir tus pérdidas como si estuviesen arraigadas a mi vida. Y lo mejor de todo es que cuando intento rozar tu cuerpo y romper tu mirada para soltarme de tu hechizo, te esfumas. Me prometes el antídoto día tras día, y yo me quedo en mi mazmorra, esperándote, pretendiendo acecharte, y simplemente esperando a que vuelvas.
Llegas y no tienes problema en mostrarme tu interior, no reparas en las consecuencias que pueden tener obligarme a ver cómo gravas en tu interior mi nombre no terrenal, te metes en mis sueños día sí día también, me prometes un futuro incierto e improbable, me miras a través del tiempo y la distancia, me tocas el alma y admites que me destrozarías de tanto quererme. Me dejas encapricharme, me dejas quererte pensando que consumo la misma droga que tú, esa que intensifica las emociones pero no por ello las hace más reales. El tiempo pasa, y los efectos se van desvaneciendo en ti, pero mi más puro sentimiento ya está desvirgado, perforado por tus palabras y cumplidos, encadenado a tu cuerpo y a tu mente. El tiempo sigue pasando, amigo incondicional de ambos, y de pronto tú estás enamorado de nuevo, y me sorprendo leyendo en tus ojos las mismas promesas que a mi me habías hecho algún día, pero hacia un nombre desconocido para mi. Me hieres, y pretendes disculparte explicándome lo pasional que eres, lo mucho que te dejas llevar por el cuerpo femenino. Como si yo no fuese consciente de ello.
Llegas y me intentas comprar con obsequios terrenales, sin ser consciente de que yo puedo ver el abismo que llevas dentro a través de tus dilatadas pupilas. Y de pronto me veo reflejada. ¿Qué es esto? ¿Cómo puedes permitirte mirar tan dentro de mi, si acabas de conocer mi existencia? No te hace falta usar tu don de la palabrería, simplemente con mirarme me haces sentir desnuda e indefensa ante ti. Cuando quiero darme cuenta, estás absorbiendo mi aliento, abrazándome, y yo no puedo negarme porque sigo intimidada por tu mirada, sigo preguntándome cómo lo haces, curiosa, como un cervatillo acercándose a una trampa mortal. ¿Qué vas a hacer de mi esta vez? Lo que quieras, claro. Como siempre. Como todos. Si fuiste capaz de atravesar mi coraza y robar mi saliva en la misma noche en la que por primera vez me miraste a los ojos, ¿de qué no serías capaz? Quiero estar a tu lado, me confiesas, entre otras muchas cosas. Me permites ver lo idéntico a mi que eres, por dentro y por fuera, cómo tus sentimiento más oscuros y putrefactos te hacen tan bello y especial por fuera. Pecas de lo mismo que yo, y a decir verdad, me siento bastante bien al saber que no soy el único recipiente humano prácticamente vacío que anda suelto por ahí. Me pregunto a dónde me llevará tu corriente, si esta vez acabaré en el paraíso emocional o si, una vez más, acabaré semienterrada en tu cementerio personal.



¿Es esto a lo que se refieren en los libros como definición de amor? En mi opinión personal, dista bastante de ser un sentimiento puro, bello y brillante. Saca lo peor de cada uno de nosotros. Es el infierno viviendo entre nosotros. Si esto es el significado de la vida, la vida me está matando.

miércoles, 6 de noviembre de 2013

Agotamiento.

Estoy molida. No solamente por el trabajo y por las escasas horas de sueño que me estoy marcando últimamente, que también. Estoy cansada de todo y de todos. Estoy cansada de ser la gigante que arrastra a la gente hacia delante, a pesar de que la insulten, porque lo hace por el bien de los demás. Estoy cansada de depositar mi fe en personas que amo, que siempre amé y siempre amaré, para que después me pisoteen. Yo no soy invencible. Si me tiras una piedra, puedo perdonarte mientras la herida cierra. Si muestras indiferencia ante el dolor que estoy desnudando delante de ti, no tengo nada que perdonarte, porque no quieres que te perdone.
Estoy agotada de dejarme querer por personas que después me abandonan cuando ven mi monstruo a través de mi ojos. Estoy reventada de ver cómo la gente que prometió sacarme adelante me abandona en el medio del camino y siguen con sus vidas como si yo no hubiese pasado por ellas.
¿Es que no hago mella en las personas? Cuando me miras sé exactamente qué estás mirando, y sabes que jamás en tu corta vida volverás a mirar tan dentro de una persona como a mi me has visto tan solo a través de mi ojos.
Mis ojos... Son grises. Azul grisáceo, más bien. Son de ese color para poder transparentar lo que llevo por dentro, son de ese color porque se me llena el iris de lágrimas por las noches. Mis ojos no tienen color porque las personas que se marchan se lo llevan consigo. Mis ojos son de agua, de dolor a veces. Mis ojos son de paciencia, mis ojos son de verdad.
Mis ojos también están cansados. Están cansados, porque son ellos los que tienen que delatar la realidad a mi parte pensante más oculta. Son ellos los que ven como las personas vienen y van, te meten y te sacan de sus vidas. Mis ojos son la realidad.
Entro en tu vida. Y me miras por dentro y por fuera. Me ves, y te prometes a ti mismo que para que nunca te haga daño, vas a tener que necesitarme toda tu vida. Y de ahí a cuando el tiempo lo cree necesario, te escapas por una alcantarilla de mi subconsciente, y te vas a otra vida, fuera de la mía.
¿Sabes? Te veo. En otra vida. Feliz, y eso me gusta. Te veo a ti y a todos los demás. Felices dentro de otras vidas. Eso me hace plantearme que quizá el fantasma sea yo. Ya no dejo marca en las vidas, si es que alguna vez la dejé. Ni en la tuya, ni la tuya, ni la tuya... En la de nadie.
Y si realmente piensas lo contrario, dime, ¿dónde estás? Ahí. ¿Y yo? ¿Dónde estoy?


Yo ya no estoy. Yo nunca estuve.