miércoles, 19 de febrero de 2014

(Sobre)Vivir.

Desde que estoy vacía no me siento anclada al fango de mi pozo personal, si no que he sido capaz de florecer y ver qué hay más allá de los ladrillos que daban una forma circular, fría y oscura a mi vida.
No nos equivoquemos, sigo siendo la misma cría que pintaba con lápices de escribir porque los colores no le hacían sentir cómoda. Sigo siendo esa chica que va por la calle, esa en la que nadie se fija, de piel como la nieve de fría y blanca y de ojos huecos, a los que puedes asomarte como a un acantilado. Lo único que ha cambiado es que he descubierto que existe la vida por encima de la agonía en la que me acostumbré a vivir.
Tanto tiempo de soledad, de maltrato físico y psicológico hacia el cuerpo en el que vivo, tanta medicación, tanta marginación, tantas pesadillas con los ojos abiertos y con ellos cerrados... tantas cosas me han dejado secuelas. Me he quedado tonta. Me he quedado olvidadiza, demasiado quizá. Me he quedado con la duda de si lo que yo veo y vivo es lo que los demás marcarían como realidad. Me he quedado con la sensación de que la gente me persigue, de que me odian. La sensación de que cada cosa que piensan, escriben o dicen son referidas hacia mi persona, siempre con una connotación negativa. He dejado que mis intereses se desplazasen por completo de lo que las personas de mi edad calificarían como ''lo normal''. Pero también me he quedado con una sensación constante de paz. Cada vez que me paro a escucharme pensar, siempre está ahí la frase ''ya ha pasado todo, ya has salido''. Me he quedado con las noches sentada en el sillón, a oscuras, viendo cómo la luna se sentía orgullosa de mi. Me he quedado con eses despertares en los que no había confusiones ni miedo. Me he quedado como debería estar desde el principio.
Aunque a veces sí es cierto que me sumerjo en el pútrido recuerdo de mi adolescencia y vuelvo a sentirme igual. La ansiedad, el desvarío, el dolor insoportable... Todo. Y lloro. Lloro mucho, y lucho contra mi misma en una guerra que carece totalmente de sentido, sufriendo el dolor de ambas partes enfrentadas. Y de pronto, me paro y pienso ''¿Qué estás haciendo? Ya basta, déjate en paz.'', y comienzo a recordar lo que me he provocado a mi misma, lo que he provocado en los demás para que me despreciasen, empiezo a ver todas y cada una de las cicatrices que tengo, y empiezo a notar la sensibilidad de todas aquellas que no se ven.
Y me arrepiento. Las cicatrices son una segunda oportunidad de comenzar de cero siendo transparentes, para poder ver por debajo todo lo que has hecho mal.



sábado, 8 de febrero de 2014

Still.

Me duele algo que no es físico. Es una ausencia, un agujero. No sé muy bien dónde está ubicado, no quiero inspeccionarme a eses niveles, más que nada porque no quiero saber qué es lo que guardo ahí. Desde que tengo memoria, voy guardando todos los sucesos que me hacen daño en alguna parte dentro de mi, una parte a la que tengo que acceder desgarrando las paredes, y corriendo el riesgo de que lo que haya dentro se filtre hacia fuera. Pero si consigo mantenerlo todo dentro y guardar el último momento doloroso también antes de dar un par de puntos, las paredes cicatrizan, y mi mente pierde el control, como alguien que suelta una bolsa de basura, y su mano pasa a no tener nada que ver con ella. Exactamente igual. Y como consecuencia de ello, no los recuerdo. Será por eso que vivo en un estado amnésico constante.
Por eso mismo tengo miedo de abrirme en canal por dentro, porque no quiero romper esa bolsa de basura que llevo dentro y dejar salir todo lo que hay dentro. Pero no sé si vale la pena soportar el vacío que llevo dentro de mi sin tan siquiera saber a qué es debido. Cada día que pasa me consume un poco más, va comiéndose mis ganas de vivir, mis ansias de despertar cada mañana, mis razones para existir... Y yo lo acepto. Voy asumiendo que soy un extra en el mundo, que simplemente existo para acabar de darle sentido a la vida de los que están a mi alrededor. Que mi vida carece totalmente de sentido.
Tengo la teoría de que ese vacío es el hueco en la cama de mi alma que dejó mi monstruo particular. Hace tiempo que no despierto llorando por los sueños que me causa, hace tiempo que al estar a oscuras no siento pánico ni ansiedad. Hace tiempo que no tengo miedo a nada, y que no me siento bajo la palabra de nada. Mi Alguien se ha marchado, ya no me abraza por las noches haciéndome sentir desgraciada. Estoy completamente sola con la parte consciente de mi misma.
Muchas veces pensé en este momento. ¿Qué pasaría si no estuviese conmigo? Jamás quise que se fuese. Simplemente quería dejar de sufrir... no de sentir por completo. Puede sonar estúpido y masoquista, pero siento que lo necesito de vuelta. No sé dónde buscarlo, ni cómo llamarlo. ¿Cómo haces regresar el terror de tu vida, la destrucción de tu propia persona? Pero no sé si simplemente se ha ido o si lo he desintegrado.
Mi cuerpo es enorme para un pedazo de alma tan pequeño como es el que me queda. Necesito todo el dolor, la esencia, la parte que me hacía más bella ante el exterior de vuelta.
Bienvenido, síndrome de Estocolmo.


viernes, 17 de enero de 2014

Héroe.

No suelo hacer esto, y no es el blog en el que debería hacer esta clase de cosas, pero me la come de canto porque quiero hacerlo.
Hay una persona en mi vida. Una persona que estuvo siempre y que siempre estará. Una persona preciosa, por dentro y por fuera. Una persona que me hace reír cuando estoy triste, una persona que me quiere incondicionalmente y se preocupa por mi siempre. Es esa persona que se hace tan tuya que no hay palabra para describir lo que significa para ti. La mejor persona del mundo, la más buena de todas. Una persona que me conoce desde que era una cría, una persona en pañales; una persona que me ha visto crecer y cambiar, y me ha aceptado y querido siempre sin poner ninguna pega. Una persona junto a la que he madurado, he crecido, llorado, reído, me he emborrachado, he vomitado, una persona a la que le he arruinado el cumpleaños, una persona a la que le debo todo lo que soy, prácticamente. Una persona que me ha cuidado como si fuese una parte de él. Ha venido a mi casa sin habérselo pedido porque simplemente sabía que estaba mal. Se ha sentado conmigo en los peores momentos y ha sabido sacarme una sonrisa. Me ha sabido apartar de todo aquello que me hacía daño, me ha protegido del dolor incontables veces, y yo me he refugiado en él. Es la persona a la que más quiero en el mundo, y es algo que puedo afirmar sin titubear ni un segundo. Nada ni nadie está por encima de él. Daría mi piel por él si hiciese falta.
Sé que todo esto es algo que él ya sabe de sobra, pero a veces creo que no es consciente de la fuerza con la que lo quiero y lo necesito en mi vida. No sabría vivir sin él, nada sería lo mismo. Es como mi creador. Es la persona más fuerte que conozco, ha aguantado golpes y palizas que la vida le ha propinado a cuento de nada, y ha sabido seguir adelante. He intentado ser para él lo que él para mi, pero mi interior no es tan grande y brillante como el suyo, nunca podré llegar a ser una persona tan realizada por dentro como él lo es. Es mi ejemplo a seguir, mi creador, mi padre, mi hermano, mi amigo, mi hombro sobre el que llorar, el abrazo que necesito, el beso en la frente que te tranquiliza... Lo es prácticamente todo para mi. Siempre quiere verme feliz, y yo soy feliz cuando lo veo bien a él.
Sé que la gran mayoría (por no decir todos) los que leeréis esto no lo conocéis. Y lo siento por vosotros. Tenerlo a él es la compensación más generosa que la vida me ha dado por los palos que me he comido. Y puedo decir que, cuanto más o cuanto menos, soy completamente feliz y estoy muy agradecida de que la vida haya cruzado mi camino con la persona que más quiero y admiro en el mundo.
Te quiero. Te quise siempre, y siempre te querré. Siempre serás lo más importante para mi. Independientemente de la vida que yo haga ahí a fuera, tú siempre serás la base, siempre seré lo que soy gracias a ti.


And tonight I thank the stars as I count my lucky scars, for everything you've given me.