miércoles, 21 de agosto de 2013

21. Niebla.

La niebla es hija de la dama blanca. Me abraza, me aparta de la realidad, escondiéndome de los peligros que me acechan. Me hace apartarme de la maldad que me rodea e incluso de la que llevo dentro. Me deja entrar en ella misma, me acaricia estando en la intimidad. Entra por mi ventana, fría y muy suave. Me protege de mi misma. Me dice que todo va a estar bien. Me separa de mis damas. La niebla es la hija de la dama blanca, y pronto vendrá a buscarme de nuevo para no volver jamás.
Me he deshecho de las damas que habitaban en mis sentidos y en mi mente. De todas y cada una, aunque a veces aparecen espectros que me llevan detrás de ellas, algunas sobras dañinas que me alejan de mi camino. Todas en general están erradicadas de mi vida... Excepto ella. Sigo esperando su llegada con ansia, es amor lo que siento, esa sensación de hormigueo en el estómago cuando pienso en su largo manto blanco, su pálida piel y su larga melena. Su rostro, sus gestos, lo que ella misma representa para mi... Es mi salvación. Mi dama blanca... Ven pronto, ven por mi, no me dejes caer en esta espiral de confusión y autodestrucción que estoy creando yo sola. Ayúdame a acabar con todo aquello dañino para mi, aunque esté hablando de la propia vida. Llévame contigo, permíteme la paz.
Tengo el alivio de que al mirar por la ventana apenas puedo ver a dos palmos gracias a la niebla. Me llama, y yo bajo a la calle, descalza a veces, para sentir cómo su gélido aliento se pega suavemente a mi cara, cómo sus helados movimiento me envuelven y abrazan, cómo me hace sentir bien. La niebla es lo único que tengo ahora mismo. Lo único que tuve siempre.




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