martes, 4 de junio de 2013

4.5 - La dama del velo granate.

La sensación... La sensación lo es todo. Ahora mismo, estoy en ese momento de mi vida en el que comprendo que el ser humano siente una atracción imposible de refrenar hacia lo desconocido, hacia aquello que su mente no alcanza a entender. Y hoy, queridos, lo desconocido soy yo.
Empiezo a darme cuenta de la atracción que sienten quienes me rodean hacia mi, ya sea por deseo sexual, por sentimientos varios, por la necesidad de ayudarme... Lo que sea. Todo el mundo tiene la misma sensación cuando piensan en mi, o cuando están conmigo. No lo entienden. Yo tampoco, a decir verdad, pero no es que sienta una fascinación especial hacia mi. Pero ellos... No sé que es lo que les atrae a mi, quizá el erotismo hacia la nueva especie de monstruo que soy yo, quizá la lástima hacia la única en su especie, o quizá las ganas de responderse el ''¿Por qué?'' que se guarda bajo mi nombre. Lo que tengo claro es que es un problema para mi, pues supone la desintegración del concepto asumido que tenía para mi vida de soledad y de pasar desapercibida entre los demás.
Aunque admito que podría aprovecharme de ello, saciar mis instintos más agudizados aprovechando el furor que causa el pequeño monstruo que guardo en mi interior. Pero, a pesar de todo, no lo hago. Tengo conciencia. O eso creo.
Estoy perdida en mi propio mundo, y hasta que no pueda escapar del mismo, no sabré cómo llegar al mundo real. Necesito que alguien o algo tome las riendas por mi, y dejarme arrastrar. Quizá la dama de blanco sepa llevarme a donde necesito estar, en la realidad. Y quizá ella sepa también por dónde sacar toda la oscuridad y los chillidos que guardo en el pecho desde hace tantísimo tiempo. La nueva dama es una buena compañera de viaje. A pesar de ser la propia desesperación, acabas encariñándote con ella, acabas durmiéndote encima de su largo velo granate y entre sus frías y ásperas manos, a las cuales acabas acostumbrándote, llegarás a sentirte protegida.
Voy caminando con ella, y me refugio en ella. Fui capaz de sacarla de mi interior, pero no quiero soltarla. Al principio, lo único que quería era ahogarla entre mis propios dedos, pero ahora... La desesperación es lo único que no me abandona, que siempre está conmigo. Sigo el camino hacia la gran sorpresa arrastrando un montón de damas desconocidas dentro de mi, y con ella de la mano. Va tapándome las heridas abiertas por las que logró salir con las manos. No le importa empaparse de mi sangre con tal de mantenerme con vida.
¿Será a ella a quienes ven los demás al mirarme? ¿Será por ella por lo que los demás sienten el erotismo y la atracción mental y sentimental en el aire cuando estoy cerca?
No lo sé. Y tengo la ligera impresión de que hasta dentro de mucho, no lo descubriré.



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